Con o sin vacaciones, hayamos viajado o no, el final del verano tiene un componente tristón, de fiesta que se acaba, de resaca sin aspirina, de beso que se fue demasiado rápido…
El año nos da la oportunidad de empezar de nuevo en dos ocasiones: enero y septiembre. El primero, porque empieza un nuevo ciclo en el calendario. El segundo, en el que nos encontramos, ha conseguido algo que el calendario lleva intentando 2022 años: la sensación de que un tiempo se acaba y comienza uno nuevo. Porque no es diciembre, no, con sus uvas y sus campanadas, ni con sus rebajas posteriores y sus propósitos y enmiendas. Piensa en todo lo que comienza en cada Septiembre…
Septiembre tiene mucho de comienzo, de arranque, de tiempo nuevo, de aventura, en cierto modo, o tal vez nos lo inventemos todo esto para para sobrellevar mejor eso que definimos como volver a la rutina. Y eso que la rutina, o lo cotidiano, tiene su parte positiva, es esa pomada que no podemos dejar de untarnos si queremos que la frente no se nos llene de granos. La repudiamos y la necesitamos con la misma intensidad.
La vuelta de las vacaciones nos suele plantear dos retos: evitar el estrés emocional de la vuelta a la rutina y recuperar los hábitos saludables después de los excesos de las vacaciones.
Experimentar que estamos ante un nuevo punto de arranque es muy positivo, porque aumenta nuestra motivación y disposición para mantenernos constantes en la consecución de objetivos.
La cuestión fundamental, lo realmente importante, es seguir cantando, con mayor o menor virtuosismo. Cantar, sí, hasta que llegue el nuevo verano, que también vendrá con su correspondiente final, como todos…